La valoración del riesgo de terrorismo resurge de lo más profundo de las previsiones empresariales y viene a situarse entre los 10 riesgos que más preocupan a las empresas europeas.
Antes de analizar esta situación cabe destacar que España, es el único país de nuestro entorno económico que cuenta con un sistema de aseguramiento público (Consorcio de Compensación de Seguros), que a cambio de una prima incluida obligatoriamente en las primas habituales de seguro, garantiza las indemnizaciones por el riesgo de terrorismo.
Tradicionalmente se ha dado poca importancia al riesgo de terrorismo salvo en la valoración de infraestructuras criticas donde las características del riesgo aconsejaban no solo tener el riesgo de terrorismo contemplado, sino que también cabe tener un plan de contingencias para establecer las actuaciones inmediatas en caso de ataque. Esto sucede así en sector eléctrico, telecomunicaciones, energético, infraestructuras públicas, abastecimientos de agua etc….
Pero las empresas deberemos hacernos algunas preguntas:
¿Qué sucede con los riesgos fuera de España como filiales o centros productivos no protegidos por el sistema consorciable español?
¿Cuáles son las implicaciones del terrorismo para las mercancías en tránsito?
¿Estamos protegidos frente al terrorismo en nuestras inversiones en el exterior?
¿Nuestro sector es sensible a las consecuencias de un ataque interno o cierre de mercados exteriores?
¿Cómo protegemos a las personas de nuestra organización frente a los posibles ataques terroristas?
¿Estamos preparados y protegidos frente a un daño ocasionado a una infraestructura crítica y que nos afecte paralizando nuestra actividad?
Estas son algunas de las preguntas que la gestión de riesgos en la organización debe plantearse, pero seguro que existen otras muchas cuestiones que analizar para garantizar la vida empresarial y la continuidad en el supuesto de vernos afectados directa o indirectamente por una acción de terrorismo.
En este sentido los gestores de riesgo tendremos que valorar este riesgo, a partir de ahora con carácter prioritario, estableciendo normas de actuación y planes de contingencias que nos permitan reducir el grado de exposición, minimizar el impacto para la organización y establecer niveles de control que nos permitan medir los acontecimientos y valorar sus implicaciones.
No es tarea fácil hacer un análisis objetivo de este tipo de riesgos, dada cuenta que si bien su acción directa tiene un importante impacto para la organización, no podemos dejar de analizar los perjuicios de las consecuencias indirectas. Solo tenemos que pensar en la pérdida de mercados turísticos o de consumo, la perdida de personas estratégicas o la paralización de una planta productiva por falta de suministro energético para proyectar en el tiempo las posibles pérdidas que se pueden materializar en una empresa.
En conclusión, saquemos de nuestros cajones este riesgo que teníamos algo olvidado y establezcamos nuestros propios escenarios de riesgo, con el objetivo de tener el control, midiendo, erradicando, minorando y en el supuesto de ser necesario asegurando los riesgos de terrorismo. No veamos el riesgo de lejos, interioricemos sus consecuencias.
Juan Fort
Juan Fort